El pasado sábado la presa del Eume evacuaba agua como nunca antes lo había hecho. El río, abajo, encajonado entre paredes de más de 250 metros, discurría furioso hacia el mar.
Decidimos, mi padre y yo, ir a caminar hacia las paredes de escalada, en la cantera, un lugar al que llevo acudiendo casi 15 años y al que nunca lo había llevado conmigo. Le conté por donde suelo escalar, lo que se ve, algunas anecdotas... y nos acercamos a la cascada, con bastante agua, hasta donde pudimos. Unos ladridos se perdían a lo lejos. Una batida, me dije.
Finalmente se me ocurrió invitarlo a asomarse por la Sol de Outono, para que viese esas magnificas paredes de granito de adherencia pura. Los ladridos, más intensos.
Nos miro y lo miramos. Estaba apoyadito en una mínima repisa, a unos 3 metros de la parte alta. Debió perderse y resbalar por la pared hasta que milagrosamente dió con el pequeño escaloncito donde apoyar las patas traseras. No cabía de gozo cuando nos vio.
Se afanó por subir, resbalando una y otra vez. No lo lograría. Buscamos ramas, fui al coche a por unas mantas, lo intentamos todo, pero el perrito estaba aterrorizado. Llamé incluso a Jorge, al que le agradezco enormemente la ayuda, que avisó a la policía local. Había que sacar al perrito de alli, no merecía morir en la pared.
La ayuda de la policía finalmente no hizo falta. Recordé que en algún lugar había una antigua cuerda que servía de apoyo para subir hacía lo alto de la pared de la araña. Fuí hasta alli, la desanudé como pude y regresé al lugar donde estaban mi padre y nuestro nuevo amigo. Primero intentamos descender, pero la pared estaba empapada. Cuando la esperanza era mínima, se me ocurrió lo que nunca hubiera pensado que funcionaría.
¿Por qué no cazar al perro al estilo del viejo oeste? Nudo corredizo, y esperar que el can apoyara una pata en la trampa. Suerte que la cuerda era fina y "extrasintética", el nudo corrió de maravilla lazandole una pata. Subió con los ojos como platos hasta donde estaba yo, extasiado.
Eume (que así se llama, ahora) no daba crédito. En su cabeza nos agradeció infinitamente la ayuda. Ahora lo tengo en casa, buscando a un dueño que creo que no existe (o que no quiere hacerse cargo de el), así que, si a alguien le interesa, le ruego me mande un correo. Es simpático, cariñoso, educado y muy listo. Como anécdota (o paranoia mía), cuando le lancé la cuerda por primera vez, le insistí en que la mordiera y no se soltará. Comencé a castañetear los dientes mirando para el, que no quitaba la vista de mí. Lo entendió, porque reaccionó mordiendo la cuerda... pero pronto se soltó.
Una de las historias más bonitas que me han pasado en mis 15 años de "eumista".
Un saludo.
1 comentario:
que historia más emotiva, espero que Eume ya tenga casa, felicidades por el rescate!
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